La Caza del iPhone Rojo

De pequeño, además de leer sobre videojuegos, leía RID, una revista de defensa. En sus páginas, prestigiosos analistas militares escudriñaban fotos desenfocadas de cazas y navíos soviéticos en busca de características importantes. En exhibiciones anuales como Le Bourget o en los desfiles, esos mismos analistas aprovechaban para sacar fotos de alta calidad a lo que los rusos dejaban ver. No tenían acceso a especificaciones detalladas; a fin de cuentas, estaban en guerra. Pero era divertido. Había que deducir cuál sería la próxima innovación en el hardware más costoso de la historia.

A veces ocurría el milagro: gracias a algún contacto, uno de esos periodistas conseguía subir a bordo de una nave soviética o dar una vuelta como copiloto en un Sukhoi (hablamos de principios de los noventa, claro). Eran reportajes interesantes no tanto por la información sonsacada -escasa- como por la posibilidad de fraternizar con los antagonistas. Después de años de secretismo, los enemigos podían charlar tranquilamente sobre temas triviales y compartir vituallas. Luego todos volvían a sus respectivos barcos y la guerra fría retomaba su rumbo. Divertido, pero solo en pequeñas dosis.

Salvando las distancias, los “blogtrips” me recuerdan un poco esas meriendas en alta mar entre yankis y soviéticos de principios de los noventa. Una marca de tecnología invita a los aguerridos analistas a pasar una tarde apacible, con los productos haciendo de decorado. Pero nadie habla de ellos. Los puedes tocar, quizá incluso fotografiar, pero ni se te ocurra armar los misiles. Si quieres, camarada, luego puedes escribir tu pieza, pero solo con lo que nosotros te hemos contado. Es una consigna muy parecida a la que te hacen firmar cuando visitas las oficinas de Apple, Facebook o Google, por ejemplo.

Es raro que tu antagonista te abra la puerta. Puede ser agradable. Pero no es así como funciona el juego.

Por eso comprendo el no de Javier Lacort y comparto las reflexiones de Javier Pastor. Las meriendas van bien para relajar tensiones, pero no contribuyen a mejorar el periodismo de investigación. Si consigues hacer contactos, genial. Los puedes conseguir así, de forma oficial, o los puedes conseguir por otras vías. Incluso puedes hacer amigos escribiendo piezas críticas. Pero no tenemos que olvidar que el objetivo principal es contar la verdad, y que lo que emociona es desvelar secretos, no repetir banalidades.