Balaenidae

Ayer fui ballena.

Nadé sin rumbo fijo, con los ojos bien abiertos, casi desgranados, filtrando luz, rostros, ángulos, sonrisas y colores. La ciudad fue para mí un gran piélago tibio, rebosante de peces que me escudriñaban con curiosidad o pasaban de largo, sardinas temerosas y atunes apacibles, todos conviviendo, fluyendo en bancos irregulares, atraídos por una infinidad de arrecifes y recovecos en los que descansar.

No ya un pulpo, sino un gran cetáceo. Todavía solo en la multitud, pero libre y sin miedo.