In My Mind

El lugar estaba a oscuras. No podía ser de otra manera.

El primero en llegar se acercó con paso seguro, envuelto en una gabardina peluda. Miró a su alrededor, en la negrura, con los hombros encogidos y el gesto arrugado de quien tiene frío. Un cono de luz llegaba desde una altura indeterminada, y el personaje se plantó debajo de él, mirando hacia arriba y protegiéndose los ojos con la mano al mismo tiempo.

Le interrumpió la llegada de una mujer. El sonido de sus zapatos, de cadencia irregular, se oyó antes de que ella se materializara en la zona iluminada. Sus ojos, bien abiertos, se posaron rápidamente en la luz, y luego en el hombre con gabardina. Luego continuaron escudriñando la negrura. De vez en cuando fruncía el ceño, como buscando algo.

– Mmm. ¿Hola? – dijo el hombre. Ella sonrió brevemente.

– Hola, hola – repuso con una alegría distraída.

– ¿Eres quien creo que eres? – preguntó él, con los manos en los bolsillos.

Ella interrumpió su exploración de las tinieblas para mirarle con interés. Sus hermosos ojos grises parecían taladrarlo todo.

– Soy la Atención de Fabrizio, sí. Y ahora, si no te importa…

– Bueno, yo soy la Motivación de Fabrizio. Encantado. – dijo él, tendiendo la mano. No hubo suerte. La Atención ya estaba otra vez buscando algo. Sacó incluso un par de pequeños prismáticos.

En ese momento llegaron otras dos personas. Una era un chaval relativamente joven: vestía calzoncillos de surf, una camisa floral hawaiana y, debajo, una t-shirt negra que rezaba “Not While in the Wilderness”. Sus gafas de pasta delataban una fuerte miopía. El otro individuo era una mujer enjuta, formal, que se acercó con los brazos cruzados y mucha inquietud en el rostro; vestía con un traje gris y una corbata granate. Motivación se frotó las manos.

– Vaya, quién tenemos aquí… yo soy la Motivación, y esta tipa que no para de echar vistazos es la Atención.

– ¿Ah sí? Que interesante. ¿Puedes repetirlo? – dijo el chaval.

– No me gusta este sitio. Está… tan frío. Tan oscuro e inhóspito – añadió la mujer formal, abrazándose y soplando vapor por los labios. Atención se dio la vuelta y les dedicó otra sonrisa extraña, desconectada.

– Memoria y Emoción. ¡Guay! – exclamó con un involuntario tonillo repipi. Dio la vuelta y se puso un visor de infrarrojos. Motivación negó con la cabeza, levantando el cuello de su gabardina y encendiendo un cigarrillo.

– Yo que tú no lo haría – dijo una voz a sus espaldas. Todos se sobresaltaron.

De las sombras salió una mujer madura y pelo muy corto. No hacía falta ser un genio para entender que se trataba de la Inteligencia. Miró a los asistentes con calculado desprecio, y se sentó en un taburete portátil.

– Hey… es sólo un pitillo… quiero decir… me apetece y tal. – se defendió la Motivación, sacando una sonrisa encantadora. La Emoción se puso de su lado, buscando instintivamente calor. Él sonrió y pasó un brazo sobre el hombro flaco de ella.

– Sí, claro. Pero luego no vengas con lloriqueos – contestó la Inteligencia, desafiante. – Eh tú. Ven aquí – le dijo a Memoria.

Memoria se había quedado escuchando. Cuando Inteligencia le dio la orden, agarró del brazo a Atención y ambos se acercaron. Atención no parecía muy contenta, y soltó un bufido infantiloide.

– ¿Qué? ¿Una partidita a Trivial Pursuit? ¿Eh? – dijo Memoria rascándose la barba de dos días. Inteligencia le dedicó una mirada divertida.

– No. Quiero que recuerdes qué está pasando. Que Atención te ayude y no esté siempre dando la tabarra. Y sobre todo que no se acerque a ésa – hizo notar Inteligencia, con un toque de desprecio.

Había indicado a la última llegada, una chica de pelo largo y desordenado, ojos tímidos, y una ropa que le causó a Emoción carcajadas de alegría. Los colores eran chillones, hippiosos, y se mezclaban bastante mal. Llevaba un largo y complejo collar de abalorios que hacían ruido a cada paso. Tlink tolonk tink. Y olía a incienso.

– Hey chicos, ¿qué passa?

– Que guapa eres, Percepción – dijo Memoria, risueño. Inteligencia le dio una colleja.

– ¡So tonto! Confórmate con algo platónico. Si estamos aquí es que se trata de algo excepcional.

– Sí, no ocurre a menudo que los módulos principales de la mente de Fabrizio se reúnan en solemne parlamento – comentó Motivación, irónico. Quería herir el cinismo de Inteligencia. Ésta no pareció darse por aludida. Percepción se sentó cruzando las piernas y comenzó a canturrear. Se peinaba el largo pelo con un cepillo.

– Qué guapa eres… – dijo Memoria otra vez. Inexplicablemente, Atención se puso celosa y tomó la cara de Memoria entre las manos, mirándole fijamente a los ojos.

– Bueno, este sitio es raro, y yo no me siento muy bien, ¿sabéis? – dijo Emoción, para cortar el embarazoso silencio.

Parecía una comedia de situación. Rodada por Ingmar Bergman.

– Yo sé lo que pasa. Por eso os he convocado aquí – dijo Motivación, serio. Inteligencia se permitió una risa amarga.

– Tú no sabes nada, chato… puedo explicarte mil detalles acerca de la neurotransmisión que está teniendo Fabrizio estos días… – explicó agarrando a Memoria del brazo. – Fabrizio está atravesando algún tipo de crisis vital. O creativa. Tú deberías saberlo mejor que yo – concluyó dirigiéndole una mirada severa.

Motivación se agitó, incómodo. Emoción dejó escapar un gritito y se desmayó.

– ¡Oh mierda! ¿Lo ves? ¡Hace demasiado frío aquí! – gritó Motivación, al borde del paroxismo. Percepción acudió a ayudarle. Atención miraba con extremo interés. Sus puños se abrían y cerraban con frenesí.

Todos se levantaron y se acercaron a Emoción, tendida en el suelo, con la mirada vítrea de quien está en algún tipo de trance catatónico. Memoria sacó un muñeco de los G.I.Joe de uno de sus numerosos bolsillos y se puso a hacer ruiditos con la boca. Ruiditos de disparos. Inteligencia arqueó una ceja.

– Así no vamos a ir a ninguna parte – comentó sombría.

[¿Continuará?]