Presentación de Archibald Bonkers

Mi nombre es Archibald Bonkers, y soy un genio.

Lo digo con toda la modestia posible. Mi CI, medido por cuatro baterías de tests diferentes, oscila entre 273 y 278. Eso deja a Marilyn Von Savant a la altura de una salvaje, y a William James Sidis a la de simple bedel vocacional. Ya en el octavo mes de embarazo podía comprender con fluidez el inglés y el latín. A la edad de 14 meses aprendí a leer, a los 24 hacía mis pinitos en latín y griego antiguo, a los tres años escribía un tratado en idioma copto acerca del sexo de los ángeles (era todavía un muchacho de misticismo fácil).

A los cinco años me percaté de que la mediocre biblioteca de 15.000 volúmenes de mis padres ya no daba abasto, así que me matriculé en un programa especial para niños talentosos y bastardos de la Miskatonic University. A los ocho años obtuve mi bachelor en Física Teórica, exponiendo delante de una audiencia de catedráticos mis teoremas revolucionarios, dibujados en el babero que usaba por aquel entonces. El babero estaba manchado con potito de manzana, pero eso no afectó la calidad de mis argumentos. Los algoritmos en LISP, por otro lado, los tenía impresos en mi cuaderno de las Tortugas Ninja. Saqué un Sobresaliente Cum Timor.

Cansado del aburrido panorama intelectual que me ofrecía la Miskatonic probé suerte en Princeton, empezando un PhD sobre supercuerdas y superzapatos. Recuerdo aún con cariño cuando a los once años expuse a Einstein el núcleo de mi tesis, estando yo sentado sobre sus rodillas. Luego le prendí fuego a su bigote, y me fui. Siguió un breve periodo de caos en mi esfera personal, en el cual trabé una relación sentimental con una cabra posmoderna, escribí poesía abstracta y me dediqué a coleccionar ruedas atascadas de los carritos de compra del Walmart.

Mi paso por las asociaciones de alto CI fue turbulento. La mayoría está llena de gente con problemas de adaptación social que pasa el tiempo mirándose el ombligo y publicando revistas que nadie lee. Necesitaba algo más deprimente. Pasé por GIGA, MEGA, TITAN, ULTRA y la Prometheus. Ninguna de ellas me satisfizo. Así que he creado mi propia sociedad de personas de alto CI, PETA. De momento soy socio fundador, presidente, tesorero, vocal y único miembro. La sede social es mi cuarto de baño, en el que suelo organizar juntas de gobierno y jugar torneos de go contra mí mismo.

Para entrar en PETA es suficiente con llamar al timbre de mi apartamento en Westwood Lane y aguantarme durante siete minutos y quince segundos.

[Continuará…]